No quiero defraudar a nadie, así que debo comenzar diciendo que no voy a dar respuesta a la pregunta, o al menos la respuesta que se puede esperar. Voy a hacer un resumen de mi charla el pasado día 1 en la Facultad de Economía de UM, en la que hablé de esos temas, quizás de forma un tanto crítica. Fue organizada por la Cátedra Bancaja de Emprendedores y el título que le pusieron a mi intervención fue “Experiencia en la creación de DIGIO”.
No voy a contar aquí todos los detalles “biográficos” de DIGIO que sí conté en la charla, y voy a ir al resumen de algunas ideas adicionales que se resumen en los siguientes puntos:
- Emprendedor y empresario
- Seguridad y qué tengo que hacer
Emprendedor y empresario.
Indudablemente no es lo mismo un emprendedor que un empresario. Un emprendedor crea una empresa, o un proyecto, el que sea, y el empresario tiene que gestionarlo, mantenerlo, hacerlo rentable. Esa podría ser una primera definición rápida e imprecisa, que me sirve para introducir el tema. En España ser empresario no está muy premiado socialmente, hay un cierto estigma. El empresario es un tío “que se forra a costa de los demás” básicamente, que se aprovecha, etc… Hay una mala imagen. ¿Cómo lo resolvemos? Pues nos inventamos o, mejor dicho, extendemos el concepto de emprendedor y lo generalizamos haciéndole perder su sentido original. El emprendedor es un concepto descafeinado, pero con mejor imagen social, de alguien que empieza, de alguien idealista que quiere cambiar el mundo, etc, etc. Mejor será entonces hablar de emprendedores, del espíritu emprendedor, etc…
Como complemento, en lugar de hablar de empresa, que eso es muy carca, hablamos de “startup” y así internacionalizamos al estilo “CEO” y otros anglicimos. En resumen, el empresario es a la empresa lo que el emprendedor a la startup. Y no es lo mismo hablar de un empresario y de su empresa gestionada con espíritu empresarial que hablar de un emprendedor, con su startup y su espíritu emprendedor (aunque lleve 5 años gestionando una empresa, qué más da).
No nos damos cuenta de que en realidad un emprendedor que profesionalmente se dedica a eso lo que hace es crear empresas y venderlas. Y eso no está estigmatizado sino que está demonizado, porque esa persona lo que se dedica es a dar “pelotazos”. Entiéndase la ironía.
Volvamos al asunto inicial. No debemos engañarnos, está muy bien que se apoye al emprendedor, el espíritu emprendedor, etc. Pero también hay que apoyar el espíritu empresarial, las empresas, los empresarios, etc. Hay un problema cultural o sociológico en esto que debemos resolver. Hay que fomentar el espíritu empresarial y que las empresas sean rentables. Si ganar dinero es poco menos que un crimen mal vamos. Y no basta para resolver este problema con inventarse el concepto descafeinado de emprendedor, haciéndole perder su sentido original.
Seguridad y qué tengo que hacer.
¿Qué tengo que hacer para crear una empresa? Esta es la típica pregunta de la mentalidad racionalista de nuestra sociedad tecnocrática. Obviamente no tiene respuesta. Crear una empresa, es una aventura, un riesgo. De la misma manera que para vivir no hay que saber vivir (como diría Panikkar), para crear una empresa, emprender, etc tampoco hay que-saber-todos-los-pasos-que-tengo-que-seguir.
La obsesión por la seguridad es contraria al riesgo que supone no solo emprender, sino también vivir. Emprender es algo constitutivo, todas las personas emprenden en su vida, sea creando una empresa, dentro de una empresa con sus ideas o en su familia.
¿Qué tengo que hacer para esto? ¿Qué pasos seguir? ¿Cómo…? Todas esta preguntas son el síntoma de que hemos perdido esa capacidad de improvisación, de creatividad, de lanzarnos a la aventura, etc. No todo puede reducirse a la mentalidad científico-racional, la dimensión y el potencial humano es mayor. Los grandes creadores de la humanidad han seguido muchos impulsos, además del racional.
Por mucho que se empeñe la mentalidad científico-racional, no es posible predecirlo todo. Y, por tanto, de alguna manera, es necesario dar un salto ¿de fe? para lanzarse a emprender, sea lo que sea emprender, una empresa, un nuevo trabajo o incluso una relación.
Quizás la respuesta a la pregunta inicial es que “no tiene sentido plantearse esa pregunta”.
